Nuevos caminos de espiritualidad para el siglo XXI – Conferencia Espacio Ronda
Durante siglos la espiritualidad ha estado vinculada a las tradiciones religiosas y éstas a su vez a determinados marcos culturales.
Hoy día vivimos tiempos marcados por la globalización, la interculturalidad la tecnología de las comunicaciones y las sociedades mezcladas.
En este contexto es en el que hemos asistido al notable crecimiento del interés por la práctica de la atención plena como entrenamiento espiritual para reducir el estrés generar mayor compasión y así aumentar el grado de bienestar en la vida cotidiana que, por otra parte, es cada vez más una fuente de estrés por la velocidad a la que nos someten los acontecimientos y la información.
Pero ¿Podemos decir que la práctica y ejercicio de mindfulness es un camino de espiritualidad?
Muchos se resisten a entenderlo de este modo por la identificación de la espiritualidad con determinada práctica religiosa, pero no es así.
La espiritualidad es “el conjunto de acciones intencionales que favorecen la emergencia de una experiencia consciente integradora y no dual”.
Este tipo de conciencia no es algo que hay que adquirir o que viene de mundos sobrenaturales.
Es algo que nos pertenece por la maravilla de nuestra naturaleza, pero a la que tenemos el acceso de forma muy restringida.
La buena música, una experiencia emocional, el contacto con la naturaleza, un abrazo cálido, son acciones que nos aproximan mucho a esta experiencia.
La práctica de mindfulness nos permite quitar los obstáculos que impiden que se favorezca esta conciencia y por otra parte nos abre caminos de acceso a la misma.
Es decir, no ofrece un método (un camino) y una narrativa adaptada a nuestra mentalidad (una hermenéutica) para facilitar la comprensión del proceso.
Ahora bien, es muy importante no identificar la experiencia ni con la narrativa ni con el método, pues estaremos mirando el dedo del sabio en lugar de la luna a la que apunta.

Mindfulness es un punto de vista vivencial diferente ante la experiencia tal y como ésta se da.
No cambia los acontecimientos, pero sí la relación con los mismos.
Permite reconocer la interrelación de la realidad comprendiendo que los fenómenos son cambiantes e impermanentes disminuyendo progresivamente el apego y generando mayor compasión como respuesta y no reacción impulsiva a las circunstancias y personas.

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